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En una parte del antiguo convento franciscano de San Antonio de Padua, edificio que fue desamortizado en la segunda mitad del s. XIX y vendido a particulares, se ubicó en 1924, el Salón España. El empresario Francisco Ramírez, fue quien acondicionó el antiguo espacio conventual en una sala de espectáculos y variedades donde poder acoger exhibiciones cinematográficas, como desde principios del siglo XX se venía haciendo en otro teatro de la ciudad. Así el refectorio original se convertía en sala de acceso al patio de butacas este teatro.
 
Con el auge del séptimo arte y tras la reapertura del homólogo Teatro Sanjuan, Ramírez encarga al mismo arquitecto municipal que lo diseña, el sevillano José Granados de la Vega, la reforma de su vetusto Salón España ubicado en la calle San Francisco. En esta reforma se amplía su espacio escénico y el aforo de la sala, hasta un total de 813 localidades (entre patio de butacas y anfiteatro). Además, se aporta al interior del inmueble una decoración modernista que respetaba elementos arquitectónicos como el antiguo refectorio. En 1945, vuelve a abrir sus puertas con el estreno de la película "La Madonna de las siete lunas", cambiando el nombre del local por el de Imperial Cinema. Se solía decir que el cambio de nombre en plena posguerra, era debido a las claras convicciones falangistas de su propietario. 
 
A principio de los años 50, el prestigioso empresario cordobés de cines y espectáculos Antonio Cabrera Díaz, había cedido a los herederos del industrial José Sanjuan Ariz-Navarreta la gestión del Teatro Sanjuan, que venía regentando desde 1927. Para proseguir con la actividad en esta plaza, Cabrera compra a la familia Ramírez el Imperial Cinema y en 1958 lo convierte en el Teatro Cinema Cabrera. La mencionada sala, al igual que otro de sus cines cordobeses, fue dotada de los más modernos avances de la época, como calefacción central y refrigeración Baviera que permitían su apertura durante todo el año, el sistema de sonido estereofónico, o los novedosos equipos TODD-AO para la proyección de películas en 35 y 70 mm de relieve en tres dimensiones sobre su gigantesca pantalla panorama a través de ópticas CinemaScope.
 
El linaje de los Cabrera se mantendrá en el tiempo hasta que en 1961 fallece el patriarca Antonio Cabrera. Cuatro años más tarde, su hijo Francisco Cabrera Perales, traspasa la propiedad de las salas y terrazas de Écija a su representante Francisco Vacas Pérez, quién pasa a ocupar el puesto que ocupaba la familia Cabrera en la guerra de competencias con la Empresa Sanjuan, donde los verdaderos beneficiados de esta oferta cultural eran los espectadores ecijanos.
 
A mediados de los ochenta, la grave crisis en el sector provocada por el auge de la televisión, los videos comunitarios y el boom de la construcción precipitó la desaparición de la mayoría de los cines de verano y la transformación del Teatro Sanjuan en discoteca. Sin rival alguno, el Cabrera aguantó durante una década como la única alternativa teatral y cinematográfica en la localidad, sumándose a la moda de la exhibición de películas clasificadas "S" propias del destape y compañías de revistas durante la transición. Además de celebrarse en su escenario pregones y los concursos de agrupaciones carnavaleras desde sus inicios en 1987.
 
Con la proyección de la película "Braveheart" en diciembre de 1995, la familia Vacas cesó la actividad comercial de este añorado Teatro-Cine, incapaz de resistir ante la competencia de las siete salas de los nuevos multicines que meses antes, habian abierto en el Centro Comercial Las Torres. Aunque durante tres años más acogió el concurso de Carnaval, sirvió para almacenar los restos que se iban desenterrando en la excavaciones arqueológicas previas a la construcción del parking subterráneo de la Plaza de España, popularmente conocida como "El Salón". En la Semana Santa de 2002 fue derruido y convertido en un solar, de propiedad municipal para su explotación como aparcamiento.
 
 

Colaborador: Francisco de la Matta Carrasco