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Inaugurado en 1933 con un moderno equipo de cine sonoro estaba situado en un patio interior cuyo acceso principal lo tenía por la Avenida José Antonio (Ahora Reino de Valencia, 10), siendo propiedad del empresario Emilio Pechuán Giner quien ya contaba en la capital con los locales Lírico y Coliseum y este mismo año también abriría el Capitol, llegando más tarde los Rex, Oeste, Lauria, y ya su hijo, Serrano, Artis, Martí, Paz, ABC... El cine pionero que se dedicaba a ofrecer películas de reestreno y después programa doble disponía de patio de butacas para 1.160 plazas, piso alto o "general" con otras 320 plazas de capacidad y altillo para la cabina de proyección, pero posteriormente al aforo llegaría a ser de 1.920 butacas, ya que el local sería constantemente reformado a lo largo de 68 años de existencia, incluso con el necesario cierre temporal para realizar las obras. El empresario recordaba en lasprovincias.es uno de estas reaperturas que tendría lugar a mediados de los años 50: "En Valencia rehabilitamos el cine Tyris, una joya de la estética de los 70, con un programa doblemente negro: 'Teresa Raquin' y 'La Bestia Humana', dos novelas de Zola, convertidas en thrillers modélicos por Marcel Carné y Jean Renoir, respectivamente. Mucha de la gente que pasaba ante la fachada recién limpiada se acercó a la taquilla para comprar entradas. Hubo una señora mayor que incluso llamó emocionada a una amiga para decirle que las puertas del Tyris habían vuelto a abrirse." En otra reforma importante desaparecería la general para quedar solo una gigantesca platea dotada de una ligera curvatura e inclinación que la hacía ideal para obtener la perfecta visión del espectador en Vistarama. Así lo recordaba Emilio Pechuán en dicha entrevista: "Reinauguramos el Tyris antes de la navidad de 1970 con "La leyenda de la ciudad sin nombre". Era una pantalla enorme y curva, inmensa, de las más grandes de España. La película empezaba y cantaban: gold, gold, gold. Con cada gold la pantalla se iba abriendo. Y la gente decía, ¿pero hasta donde llega esto? El nuevo y lujoso Tyris que ofrecía películas de estreno seleccionadas por su propio empresario era un cine con empaque. Entrabas al hall con el bar a la izquierda y podías acceder a la sala por tres puertas; ésta era grandiosa, a lo bestia, igual que su pantalla de 30 metros, según Pechuán. En 1974 el estreno de `Jesucristo Superestar` se convertiría en controvertido acontecimiento y la sala sufriría algún atentado radical teniendo que ser custodiada por la Policía. He aquí algunas interesantes opiniones recogidas de foros de Internet. Una curiosidad que recuerda Olivia es que no la dejaron entrar al Tyris a ver Rocky porque no tenía los 14 años reglamentarios. Esto contrasta con la actualidad en la que las películas para mayores de cierta edad solo están recomendadas y no prohibidas. Vicente cuenta que allí vio la película "Tiburón" tres veces seguidas. Y Miguel fue el último operador de cabina: "En el Tyris empecé con esto de la proyección y por desgracia tuve el dudoso honor de hacer el ultimo pase antes de su cierre... Tenia una pantalla de muchos metros, y un aforo de 800 butacas. En los últimos años se trabajaba con una máquina Victoria 8 y una "burra" de Proyecson con un procesador Eprad de 4 canales. Era un señor cine que durante bastantes años tuvo la exclusiva del Vistarama que básicamente era una pantalla curva. Una delicia de cine que murió con el film "El misterio del collar". El local se cerró en enero de 2002 y aún tendría un añadido cinematográfico. Así lo explicaría el propio Emilio Pechuán: "Fue para el rodaje de Pedro Almodóvar, cuando hizo "La mala educación" en 2004, reabrió por unos días el Tyris, cerrado desde enero de 2002. No es que sea mi película favorita del manchego, ni mucho menos, pero me resulta muy entrañable ver en ella de nuevo abierto el cine Tyris. Lo cierto es que, que yo sepa, mientras estuvo en activo jamás hubo ninguna "Semana de cine negro" en el Tyris, como la que aparece en la película de Almodóvar." Poco tiempo después el lugar que ocupaba el cine se convertiría en un gran gimnasio. Este cine corresponde a esa Valencia que desaparece para no volver. Se alza así una nueva realidad urbanística que, como casi siempre, no conserva ni rastro de la ciudad de antaño. (Fotos del local, del libro "Vivir para ver Cine", de Miguel Tejedor).

Imágenes y textos aportados por Severiano Iglesias