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Sala Mercè, GAUDÍ,1904.La Rambla, 122 en Barcelona. En noviembre de 1904 se inauguró en la Rambla de Barcelona la Sala Mercè, un local de cine promovido por el pintor Lluís Graner i Arrufí, y proyectado para los bajos de un edificio ya existente por su amigo Antoni Gaudí. En la sala, con capacidad para 200 personas, se proyectaban creaciones propias obtenidas con el nuevo cinematógrafo y también se escenificaban cuadros musicales, combinaciones de teatro, música y pintura dirigidas por los escenógrafos catalanes más famosos de la época. En el sótano, además, el espectáculo se completaba con dioramas distribuidos por una gruta artificial. Gaudí realizó toda la reforma del local, desaparecida en 1916 al cambiar de propietario. No se han conservado imágenes ni de la entrada, con un letrero de la sala de hierro forjado, ni del vestíbulo de acceso, ni de la gruta subterránea, que algunas crónicas describen como un homenaje a las cuevas de Artà, que el arquitecto visitó en el transcurso de la restauración de la catedral de Mallorca. En la sala de proyección de la que sí que han sobrevivido algunas fotografías Gaudí priorizó el diseño racional, para facilitar la contemplación del escenario, incluida la distribución inclinada del patio de butacas. Para no distraer la atención del público, redujo la decoración al mínimo. No obstante, se pueden observar detalles interesantes en las paredes, como una cenefa con decoración vegetal y el yeso rugoso de las paredes y los techos, que mejoraba la acústica a la vez que también daba a la sala una apariencia de cueva. Antoni Gaudí diseñó en 1904 la Sala Mercè, un carismático teatro en el que se representaban visiones musicales acompañadas de versos de poetas catalanes y se proyectaban películas habladas antes del nacimiento comercial del cine sonoro que tiene su origen en el Nueva York de 1927. El libro "Teatres de Barcelona, un recorregut urbà" (Editorial Albertí), escrito a cuatro manos por los arquitectos Antoni Ramon y Raffaella Perrone, rescata del olvido la existencia de este recinto y de tantos otros teatros demolidos, abandonados o incendiados que tuvieron sus días de gloria en la escena barcelonesa.

En ese desaparecido escenario de la Rambla, ubicado entre las calles de Canuda y Portaferrisa, los actores se escondían detrás de la pantalla para prestar sus voces a los expresivos personajes en blanco y negro. La Sala Mercè, con capacidad para 200 personas, fue un éxito de público, pero los resultados económicos no acompañaron a la iniciativa del empresario Lluís Graner, más conocido por su faceta artística y bohemia de pintor.

El único teatro creado por Gaudí cerró sus puertas en 1913, aunque en sus últimos cinco años de vida dejó las representaciones en directo y recitales para consagrarse al cinematógrafo. Entre 1936 y 1987 el mismo local acogió el cine Atlántico, que se especializó en películas infantiles. Hoy no queda ni rastro, apenas una fotografía, ya que el edifico fue derribado para transformarse en un hotel.

Fuente de información (con nuestro agradecimiento): https://es.paperblog.com/teatre-i-cinema-sala-merce-antoni-gaudi-1904-en-la-barcelona-d-abans-d-avui-i-de-sempre17-02-2015-3070355/

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La Sala Mercè (1904-1913) Fuente información (con toda nuestra gratitud): http://www.gaudiclub.com/esp/e_vida/smerce.asp)

Sala pionera de la cinematografía barcelonesa

Después de un viaje a Estados Unidos donde había comprobado el éxito que estaba empezando a adquirir el incipiente cinematógrafo, el pintor Lluís Graner Arrufí (1863-1929) decidió crear a principios del s. XX una sala de proyecciones en Barcelona. Encargó el proyecto a su amigo Antoni Gaudí, quien posteriormente diseñaría un chalet para el pintor, que no se llegó a construir.

Planteada como un local de espectáculos, la Sala Mercè –llamada así en homenaje a la Virgen de la Merced, patrona de Barcelona-, se ubicó en los bajos del número 4 –hoy, 122- de la Rambla de los Estudios. El edificio, muy antiguo, pertenecía a la familia Fontcuberta.

La Sala Mercè consistía en un vestíbulo, una sala de espera y otra de espectáculos. Gaudí y Graner modificaron las puertas de la Rambla y las transformaron en dos grandes arcos a través de los cuales se accedía al vestíbulo, donde había dos taquillas. La primera era real y la segunda contenía un demonio autómata que decía a la gente “Mortales que os reís de mí, todos vendréis a mí”.

Una vez flanqueada la taquilla, se accedía a la sala de espera, rectangular y perpendicular a la calle. A mano izquierda quedaba la entrada a la sala de espectáculos y al fondo, una rampa que bajaba al subterráneo, donde más tarde se ubicarían las “Fantásticas Covas” o “Grutas Fantásticas en el Grandioso Subterráneo” –como rezaba el cartel anunciador.

Una valla de 1,40 m de altura con bancos a un lado separaba la rampa de la sala de espera, desde la que se podía observar a los visitantes que bajaban a las cuevas. El vestíbulo y la sala de espera estaban decorados en tonos claros, que contrastaban con la oscuridad y decoración rocosa de la sala de espectáculos, cuyas paredes tenían tonos de “barro cocido claro” o de ”color de tierra”. En la sala de espera las luces eléctricas estaban cubiertas con tules o papeles de diferentes colores. Por su parte, las bombillas de la sala de proyección, también envueltas en papeles de colores, estaban disimuladas entre cavidades. El resultado eran unos “tornasolados focos incandescentes de variados matices”, según las crónicas periodísticas del momento. En una época en la que los espectáculos todavía se desarrollaban en salas iluminadas, la oscuridad que ofrecía la Sala Mercè -que aseguraba que el público no se distrajera en nada que no fuese la función- debía causar gran efecto. Así lo demuestran todas las crónicas de la época cuando hablan del aspecto de gruta que ofrecía el local.

La sala de proyecciones era rectangular, tres veces más larga que ancha –aproximadamente de 8 x 22 m-, y situada paralelamente a la Rambla. Según descripción del Padre Baldelló, músico y amigo de Gaudí, “toda ella tenía la disposición de una sala moderna, con la rasante del pavimento y de la bóveda dispuestos de modo que tenía una visibilidad perfecta. Las paredes y la bóveda eran de un material muy rugoso y formaban suaves ondulaciones que respondían al sistema de obtener una audición perfecta. (…) El pavimento de la sala estaba cubierto de gradas y cada escalón correspondía a una fila de butacas. Las sillas eran de hierro con asiento levantable tejido con elementos vegetales”. Encima del zócalo, de unos 180 cm. de altura, había la única decoración de las paredes, que consistía en una franja con motivos vegetales coronada por una doble línea ondulada.

En el semanario humorístico catalán “Cu-Cut!”, Virolet escribió que “el local, gracias a la traza del Sr. Gaudí, está ventilado de tal manera que, sin que uno se dé cuenta de por dónde entra, el aire circula allí guapamente, renovándose de una manera insensible y no permitiendo a la atmósfera que se vicie”. [“Cu-Cut!”, Año III, nº 150, Barcelona 10 noviembre 1904, pp. 728-729. Cita recogida por Tokutoshi Torii en “El mundo enigmático de Gaudí”, Vol. I, p. 256].

Baldelló sigue: “El marco de la pantalla y el pequeño escenario estaban también tratados con el mismo material de la bóveda y las paredes de la sala”. Los actores y músicos que sonorizaban los espectáculos se colocaban debajo del proscenio.

Siempre ofreciendo un repertorio variado, con buen humor y atractivo para toda clase de público, los espectáculos se estructuraban en dos partes:

1) Cinematógrafo. Programación de:

-“Películas animadas”: Cine mudo. Se programaron hasta el 15 de agosto de 1905

-“Proyecciones habladas”: Películas filmadas expresamente para este espectáculo, en las que unos locutores -que quedaban ocultos al público- declamaban los diálogos de los personajes del cine. Más tarde también se ofrecían “Retratos de artistas o personajes de la cultura”. Se programaron hasta octubre de 1907.

2) “Visiones musicales”: Cuadros proyectados en la pantalla, combinados con juegos de luz y efectos especiales y acompañados de cantos poéticos y música. Algunas partituras corales fueron compuestas por el mismo Graner

La Sala Mercè fue pionera en la historia cinematográfica de Barcelona. Con la idea de integrar las artes, Lluís Graner se rodeó de destacadas figuras de la cultura de momento. Escenógrafos como Salvador Alarma Tastàs, Félix Urgellés de Tovar y Maurici Vilomara Virgili; músicos como Enric Morera o Joaquim Pecamins, escultores como Lambert Escaler; o escritores como Miquel Costa i Llobera participaron en algunas de las 43 funciones que llegaron a programarse.

Adrià Gual (1872-1943), dramaturgo, director, actor, pedagogo, escenógrafo, pintor y teórico, también colaboró desde el primer momento con Graner, preparando el montaje de la primera “Visión musical”, que se estrenó el día de la inauguración de la Sala Mercè -4 de noviembre de 1904-. Con música de Joaquín Grant y letra de Manuel Folch i Torres, y bajo el título “Montserrat”, el espectáculo comenzó con proyecciones de la silueta de la mítica montaña y terminó con la imagen de la “Virgen de la Moreneta”, patrona de Cataluña, cuyo legendario origen se encuentra en la Santa Cueva de esta montaña.

La inauguración de la sala estaba prevista para el sábado 29 de octubre de 1904, aunque se aplazó hasta el jueves 4 de noviembre a las 17h. Tuvo un público “de lo más aristocrático y selecto, viéndose entre los espectadores al gobernador civil y a las más distinguidas familias”, según artículo de La Vanguardia del mismo día, recogido por Antoni González en el catálogo de la exposición “Gaudí i Verdaguer”, Barcelona 2002, p. 19.

Los espectáculos programados en la Sala Mercè estaban ideados con rigor y sensibilidad y ofrecían una gran calidad. Baldelló dice: “El espectáculo final era de un sentido lírico exquisito y reproducía el tema de alguna canción popular o algún hecho histórico escrito expresamente por los mejores poetas y músicos”. Los autores más importantes del momento, como el poeta Josep Carner, presentaron alguna de sus obras en esta sala. Pronto Lluís Graner fundó la sociedad “Espectáculos y Audiciones Graner” y empezó a exhibir obras teatrales en el Teatro Principal de Barcelona, donde se estrenó “La Santa Espina”, del dramaturgo Àngel Guimerà, y se ofrecieron conciertos de Casals, Malats, Granados y Paderewski. Sin embargo, pronto la iniciativa acumuló deudas y acabó por llevar a la ruina a la sala Mercè.

Colaborador: Paco Moncho